Reconozco que el día que fuimos a la presentación me impresionó ver en vivo y en directo la situación con la que había soñado durante meses. Esa sensación de angustia duró poco.
El primer día de las prácticas (un 28 de marzo, no se me olvidará nunca), nuestras dos tutoras nos presentaron al alumnado de una y otra clase para que escogiésemos en cuál queríamos estar. Pero, finalmente, no fuimos nosotras las que tomamos esa decisión. De repente, entró Claudia, una niña de unos 6 ó 7 años con dos coletas y cara de traviesa. En ese momento, César, el jefe de estudios, dijo “a quien primero toque Claudia es quien se queda en esta clase”. Cuál fue mi sorpresa que, sin mediar palabra, se acercó lentamente, me abrazó la pierna y me dijo “Hola”.
Ese fue el comienzo de todo. Después, comenzaron a entrar Miriam (la ojazos del Alborada), Mª Pilar (la peque de la clase), Marcos (el chico-cosquillas), Salim (la culebrilla del Aula 4) y Carlos (el chico de los abrazos húmedos). Desde el momento en el que los/as vi y conforme pasaron los días, supe que jamás los olvidaré.
Además de los tesoros de los que acabo de hablar, me encontré con adultos maravillosos como mi tutora Lorena. Desde el principio nos compenetramos, nos entendimos con sólo una mirada y supimos salir de situaciones extremas como la delicada llegada de nuestro alumno Kike. Desde que nos conocimos, nuestra relación siempre fue más allá de lo profesional ya que hemos compartido muchas vivencias personales la una al lado de la otra.
En mi opinión, las relaciones forjadas bajo situaciones como la de este colegio, son relaciones que jamás se pierden en el tiempo.
También guardo unos recuerdos fantásticos del alumnado (Moni, Eva, Pablo, Rubén, Medhi y Jonathan) de mi compañera Laura y de su tutora Conchi. Todos/as estos/as peques han marcado mi vida y mi forma de ver las cosas para siempre.
A nivel profesional, he aprendido muchísimas cosas más de las que jamás habría podido imaginar. He conocido y utilizado multitud de programas informáticos educativos, he aprendido a hablar en sistema bimodal, he aprendido lo que es un Bipper, el síndrome de West, la enfermedad de adrenoleucodistrofia y otras muchas enfermedades consideradas “raras”, he puesto en práctica multitud de herramientas metodológicas aprendidas en el grado superior, he podido realizar varias actividades de mi proyecto fin de grado, he participado en varias sesiones de cinoterapia y equinoterapia, he participado en dos sesiones totalmente diferentes de logopedia, he aprendido a cambiar un pañal utilizando una grúa, etc etc.
Ha sido un enriquecimiento continuo y diario, un aprendizaje minuto a minuto del que me he empapado para toda la vida.
Como empezaba diciendo en este apartado, si dijese mi opinión sobre mi período de prácticas podría redactar cientos de folios de lo importante que ha sido para mí, tanto a nivel personal como profesional.
Así que acabaré citando una frase que me dijo, no hace mucho, el padre de una alumna:
«Mira Pili, en estos colegios, o te mueres de pena o no te quieres ir jamás».
Yo, soy de las segundas.
[Este texto fue escrito para valorar el período de prácticas del CFGS Ed. Infantil. Nació de la pasión, de la alegría y desde la tristeza en sus puntos más altos, y, sobre todo, del querer agradecer a todas las personas que facilitaron que mi experiencia en el CPEE Alborada fuese inolvidable. Una vez más, GRACIAS a todos y todas. ¡Sois la ostia!]
